Desde que se celebrara la Conferencia de París sobre el Clima a finales de 2015, los gobiernos de casi 200 países en todo el mundo acordaron reducir la huella de carbono por kWh producido. Para ello, recortar el uso de energías no renovables era crucial.
Tanto es así que el objetivo global para combatir el calentamiento global consiste en no dejar que el aumento de la temperatura mundial supere los 2ºC para el año 2030. Esta meta ambiciosa solamente se puede lograr duplicando la cuota de energías renovables en un 32%.
Pero para transformar el consumo energético a este nivel también es necesario pasar por un cambio de concienciación en el sector que facilite el plan de acción mundial. A cambio, se reducirá el consumo de combustibles fósiles y se frenará el cambio climático.
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¿Cómo afecta la electricidad al cambio climático?
La electricidad que proviene de fuentes de energía no renovables tiene un impacto negativo en la atmósfera del planeta, aumentando la huella de carbono por kWh. Solo en España en el año 2020, Statista valoró que la emisión de CO2 fue de 199,32 millones de toneladas.
La electricidad es parte de la digitalización de la población, la cual tiene mucho que ver con la degradación de la capa de ozono y los efectos del cambio climático. Además, la electricidad requiere una mayor explotación de recursos naturales y generación de residuos.
Para evitar el daño a la biodiversidad y la emisión de gases en el agua y la atmósfera es importante cubrir la creciente demanda eléctrica con fuentes de energías renovables, dado que la producción y el consumo de estas energías son menos tóxicas para el planeta.
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¿Y el gas natural?
El gas natural es una fuente energética que contribuye al cambio climático porque el 97% de su composición se basa en el metano. El metano aumenta la huella de carbono por kWh al ser un tóxico ambiental que causa graves problemas medioambientales y de salud.
La gravedad del gas natural sobre la atmósfera es tal que la Comisión Europea ya se ha puesto manos a la obra para adoptar un plan de acción sobre el metano, reduciendo sus niveles tanto en la extracción de la energía como en el transporte y otras actividades.
Reducir la presencia del gas natural en las actividades globales es fundamental porque repercute directamente sobre el metano, que es el contaminante más grave por detrás del dióxido de carbono. Así se puede acelerar la neutralidad climática de cara al 2050.
Una vez dicho esto, cabe añadir que el gas natural es el combustible que menos contamina si lo comparamos con otros combustibles tradicionales, como el petróleo o el carbón. Frente al carbón y el petróleo, la quema del gas natural no genera tanto dióxido de carbono.
Emisiones de CO2 por kWh
Las emisiones de dióxido de carbono que provocan el aumento de la huella de carbono por kWh cada vez que consumimos energía eléctrica no renovable se deben calcular en base al mix eléctrico. Este factor representa las emisiones asociadas a la red eléctrica nacional.
En España y de acuerdo al factor de emisión de dióxido de carbono atribuible al suministro eléctrico peninsular, cada kWh supone la producción de 0,25 kilogramos de CO2.
Este cálculo no distingue el tipo de planta de generación eléctrica y tiene en cuenta las pérdidas de electricidad que podemos atribuir tanto al transporte como a la distribución.
Como vemos, las emisiones de CO2 por kWh (kg CO2/kWh) están supeditadas a la relación entre la producción pública de electricidad y su relación con el porcentaje de emisiones de dióxido de carbono, además de la producción bruta de energía eléctrica.
Consejos para reducir la huella de carbono de electricidad
No cabe duda de que la energía eléctrica es esencial para continuar con nuestro modo de vida, pero hay energías renovables que provienen de fuentes limpias y proporcionan luz sin que esta tenga un impacto negativo sobre la atmósfera del planeta, como la energía solar.
Dado que la electricidad obtenida de fuentes renovables es la gran sustituta de las energías contaminantes que aumentan la huella de carbono por kWh, se ha vuelto crucial apostar por el uso de coches eléctricos y la instalación masiva de centrales eléctricas renovables.
Las soluciones eléctricas para el consumo energético y la movilidad permiten evitar lanzar residuos tóxicos directamente a la atmósfera, promoviendo al mismo tiempo el proceso de descarbonización de las economías desarrolladas y la mejora de la calidad del aire.
En la actualidad, una de las medidas que se aconseja seguir es la inclusión de coches eléctricos en el centro de las ciudades y la reducción de vehículos que emplean combustibles no renovables, con el objetivo principal de limpiar el aire de contaminación.
Asimismo, muchos consumidores de luz están exigiendo a las comercializadoras que la energía eléctrica provenga de fuentes renovables, como las administraciones públicas. Esto está favoreciendo el desarrollo de un mercado que incentiva la energía sostenible.
En resumen, algunos consejos que podemos seguir para reducir nuestra huella de carbono por kWh consiste en apostar por energías eléctricas que provengan de centrales renovables y usar transporte que funcione con electricidad para dejar atrás los combustibles fósiles.
